sábado, 23 de agosto de 2014

La perrilla - José Manuel Marroquín

 Es flaca sobremanera
 toda humana previsión,
 pues en más de una ocasión      
 sale lo que no se espera.         

 Salió al campo una mañana 
 un experto cazador,
 el más hábil y el mejor
 alumno que tuvo Diana.

 Seguíale gran cuadrilla
 de ejercitados monteros,
 de ojeadores, ballesteros
 y de mozos de traílla.

 Van todos apercibidos
 con las armas necesarias,
 y llevan de castas varias
 perros diestros y atrevidos,

 caballos de noble raza,
 cornetas de monte, en fin,
 cuanto exige Moratin
 en su poema La Caza.

 Levantan pronto una pieza,
 un jabalí corpulento,
 que huye veloz, rabo al viento,
 y rompiendo la maleza.

 Todos siguen con gran bulla
 tras la cerdosa alimaña;
 pero ella se da tal maña
 que a todos los aturulla;

 y aunque gastan todo el día
 en paradas, idas, vueltas,
 y carreras y revueltas,
 es vana tanta porfía.

 Ahora que los lectores
 han visto de qué manera
 pudo burlarse la fiera
 de los tales cazadores,

 oigan lo que aconteció,
 y aunque es suceso que admira,
 no piensen, no, que es mentira,
 que lo cuenta quien lo vio,

 Al pie de uno de los cerros
 que batieron aquel día,
 una viejilla vivía,
 que oyó ladrar a los perros;

 y con gana de saber
 en qué paraba la fiesta,
 iba subiendo la cuesta
 a eso del anochecer.

Con ella iba una perrilla,
 mas, sin pasar adelante,
 es preciso que un instante
 gastemos en describilla:

perra de canes decana
 y entre perras protoperra,
 era tenida en su tierra
 por perra antediluviana;

flaco era el animalejo,
 el más flaco de los canes,
 era el rastro, eran los manes
 de un cuasi-semi-ex-gozquejo;

 sarnosa era, digo mal,
 no era una perra sarnosa,
 era una sarna perrosa,
 y en figura de animal;

 era, otrosí, derrengada;
 la derribaba un resuello;
 puede decirse que aquello
 no era perra ni era nada.

 A ver pues la batahola
 la vieja al cerro subía,
 de la perra en compañía,
 que era lo mismo que ir sola.

 Por donde iba, hizo la suerte
 que se hubiese el jabalí
 escondido, por si así
 se libraba de la muerte.

 Empero, sintiendo luégo
 que por ahí andaba gente,
 tuvo por cosa prudente
 tomar las de Villadiego.

 La vieja entonces, al ver
 que escapaba por la loma,
 ¡sus! dijo por pura broma,
 y la perra echó a correr.

 Y aquella perra extenuada,
 sombra de perra que fue,
 de la cual se dijo que
 no era perra ni era nada,

 aquella perrilla, sí,
 cosa es de volverse loco,
 no pudo coger tampoco
 al maldito jabalí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si te gustó acá es el lugar para decirlo